Hoy los ríos están secos, a pesar de la temporada de lluvias, los bosques de pinabete, pino y cipreses están tristes y secos, a pesar de los cuidados y defensa de la comunidad. Las casas siguen ordenadas, siguen quitas y serias, con la seriedad ancestral del adobe, siguen en fila como esperando la orden de levitar. Pero aquí solo levitan las partículas de un sueño colectivo perdido entre las piedras del cerro.
Salí de la capital de Guatemala a las nueve de la mañana, desde la 20 calle allá por el mercado la presidenta, en donde piezas de carros que lucen como trofeos colgando de las vigas de las galeras, me esperaba un viejo bus azul de los transportes Marquencita, que lucía un letrero con letras blancas que gritaba quieto desde el vidrio “San Marcos”, busqué un lugar cómodo, sabia que me esperaba un viaje de mas de 6 horas. Afortunadamente junto a mi había una almohada de sueños y bocanadas.
Para la ocasión elegí “Guatemala, las líneas de su mano” de Cardoza y Aragón mientras la Marquencita avanzaba sobre la interamericana yo me hundía en la historia de Guate desde sus escritores, desde Bernal Díaz del Castillo hasta Gomez Carrillo, de la mano de Cardoza que no dejó títeres con cabeza, por que sabia que no deben tenerla.
Para el medio día llegamos a cuatro caminos, esa bifurcación estruendosa que te deja ante al disyuntiva de ir seguir al norte rumbo al Quiché Rebelde o más allá hasta el triangulo Ixil o rumbo a los Cuchumatanes, a huehue y san marcos a Xela con todo y sus fríos cerros. Por esta vez el destino estaba trazado, así que solo aprovechamos para comprar tortillas con carne adobada y chile relleno.
Después de San Marcos inicia el ascenso hasta Comitancillo, la carretera de terracería hace bailar la camioneta “chicken bus” le llaman los turistas fatuos, parrillera le llamamos nosotros, ya avanzamos sobre el cerro pero entre las nubes, el frío cala los flacos swaters, pero no importa, estar aquí es mucho, mucho más que el frío.
Una hora después terminamos el ascenso, y Comintancillo nos recibe con escasa luz, pero con su ruidoso ir y venir de calles pequeñas, limpias y ordenadas, un enorme y feo monumento a la estrategia contrainsurgente es lo primero que se distingue en su calle principal, una iglesia evangélica abre sus fauces hambrientas de feligreses y grita sus verdades, para quien quiera escucharlas.
Ya es de noche, así que buscamos donde recostar la cabeza para mañana en la mañana salir en busca de la mejor foto, de la mejor entrevista, de la mejor historia, los cerros duermen escondidos allá en el cielo oscuro, el viento corre con fuerza congelando las pupilas, buenas noches.
Antes de finalizar mi visita me encontré con el símbolo de lo que somos hoy como sociedad, como quien no quiere la cosa, un disco de la banda “Sobrevivencia” me guiñaba un ojo, ya seducido por su portada pedí escucharlo, los guitarrazos rockeros desentonaban con el mam del cantante que gritaba un rock-son chapin. A la primera “oida” el disco desentona, pero ya por la tercera o cuarta vez que lo escuchás, todo cobra sentido, una perfecta armonía entre el idioma maya ancestral, las guitarras eléctricas y una bateria que se codea con una marimba poco tímida y bien rockera.
Ahora después de una semana de escuchar el disco varias veces al día, no se si es rock en Mam, o Mam en rock, de lo que estoy seguro es que hay amor en las letras, estoy seguro que hay rock en Comitancillo, San Marcos.
Si los quieren visitar y escuchar http://www.myspace.com/sobrevivencia
Que onda amigos, siguen adelante con el rock maya
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